Recientemente he atendido a una joven
que se encuentra seriamente afectada por la fuerte presión que ha recibido de
parte de su padre en relación a las ideas personales que él tiene del mundo y
la vida y que ha querido implantar sobre ella.
Su padre no está queriendo hacerle
daño, todo lo contrario. El desea asegurarse de traspasar a su hija
toda la
experiencia que ha acumulado a lo largo de sus años y pretende darle las bases
solidas para que ella pueda dirigirse lo mejor posible en la vida.
¿Y donde se encuentra el problema?
El problema se encuentra en dos
puntos principales. El primero consiste en que para cada persona existe una
necesidad distinta de experiencias y aprendizaje y la segunda es no esperar que
ella tenga la posibilidad de razonar sus experiencias bajo su propio prisma,
impidiendo su genuina expresión personal y anulando su Ser.
La tarea de los padres no es tan
sencilla como para disponernos a criticarnos los unos con los otros. Muchas
veces he escrito que los padres perfectos no existen y que inevitablemente cometeremos
errores en la crianza y educación de los
hijos. Pero también siento que los errores serian muy disminuidos si pudiéramos
escuchar más a los hijos, porque ellos vienen a éste mundo con mas claridad y
se encuentran menos programados que los adultos.
Los hijos tienen mucho que enseñarnos
y pocas veces les damos la oportunidad de ayudarnos a ser mejores padres. Por
ser más experimentados, los padres creen que saben más, que tienen más conocimiento
y que sus hijos no tienen el discernimiento ni las bases para opinar sobre su
propia existencia, sobre la vida y el mundo.
¿Quién no recuerda haber tenido
cierta claridad y cierta sabiduría que sus padres no poseían? Y ¿Cómo es
posible que un niño pueda saber más que sus padres en ciertos aspectos de la
vida?
Esto sucede porque los hijos vienen
al mundo con cierta información que les guiará para experimentar sus
circunstancias. Muy lejos de creer que ellos nacen vacíos de conocimiento y sabiduría,
podemos comprender que vienen bien dotados de una serie de parámetros y una
guía interior que les ayudará a forjar su vida.
No hay necesidad de tranzarse en una
batalla para descubrir quién tiene mas razón en
esto o aquello, si los padres o los hijos. Puede ser muy saludable para ambos llegar a
un entendimiento mutuo donde los hijos pueden comprender el deseo de aportar de
sus padres y los padres comprenden que sus hijos tienen el derecho natural a
expresar el Ser que estaba previsto que fuera.
Esta colaboración mutua nos permite
crecer. Ambos, padres e hijos, están en esta vida para ganar sabiduría y no es
necesario hacer una competencia sobre cual de los dos sabe más o menos de la
vida. Ambos pueden apoyarse, acompañarse y ser grandes maestros los unos con
los otros. Un hijo es un alma que quiere experimentar igual como lo están
queriendo hacer sus padres.
Uno de los mas grandes regalos que
pueden hacer sus hijo a sus padres, es mostrarles que existen muchas maneras
distintas de hacer las cosas, de relacionarse y de interpretar los acontecimientos.
Los padres se pierden la lección cuando pretenden encerrarse en que lo que
ellos aprendieron es la única manera de vivir o de ser.
A veces la
vida te presenta situaciones difíciles de superar para ti, en las áreas de
salud, económica y/o relaciones. Sabes que estas situaciones las creas tú, pero
hasta la fecha no has podido comprender, como es que las estas creando, no
encuentras una salida y te gustaría que alguien pudiera ayudarte a ver como
salir de allí.
Patricia González.
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